lunes, 31 de octubre de 2011

Carta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

Una selección de lo que escribió la esposa de Odón en 2011 :

Lunes pasado, me enteré de lo que se había dicho en la mesa llamada “Violencia sexual en instituciones educativas en las Américas”, organizada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y me quedé muy mal al escuchar la presentación de la abogada Katherine Romero, llamando a mi esposo “agresor” y acusándole de “tráfico de influencias” por haber conseguido, después de años de lucha, después de haber estado, inocente, en la cárcel durante 20 meses, que la autoridad jurídica suprema de su país tome en cuenta una prueba científica, hecha por el FBI de Estados Unidos, diciendo con toda la claridad necesaria que él es inocente.

Y me quedé peor todavía, al leer, en Internet, el documento que las 4 organizaciones invitadas habían entregado sobre su intervención en la mesa puesto que ahí, se designa a mi esposo no solamente como el regente, como lo hizo la abogada Romero en su intervención, sino con nombre y apellido “Odón Fernando Mendoza Soto” (página 12 del documento llamado “La violencia sexual en las instituciones educativas: México, Colombia, Ecuador y Bolivia”).

No sé si ustedes pueden imaginar lo que siente un hombre quién fue, de un día a otro, sacado de su vida diaria de hombre humilde (en 1999, con su trabajo de regente ganaba unos 330 Bolivianos al mes), presentado ante todo el país como “monstruo” (ustedes tienen algunas copias de los periódicos de entonces) y que desde entonces, sigue viviendo con este estigma. Yo misma, quién lo estoy acompañando desde hace casi nueve años, tengo algunos recuerdos no muy lindos, como aquel día cuando la propietaria del departamento que alquilé me dijo: “o dejas a Odón a te vas de mi casa en este momento” o el día del año pasado cuando una vecina me agarró a golpes y que su familia entera me gritó “criminal”…

A pesar de estas situaciones, siempre traté de comunicarme con las personas quienes se están involucrando en el caso desde hace un año para intentar de explicarles los pormenores (y, ante todo las falencias de la investigación, responsables de la situación lamentable que sufrimos, a la vez la madre de la niña y mi esposo con toda su familia) pero apenas se me escucha.

Justamente la abogada Katherine Romero – cuando, en el mes de noviembre del año pasado, me enteré de la denuncia que su organización, Women’s Link Worldwide, hizo en el caso Patricia Flores, le mandé un mensaje, explicándole que ya habíamos entregado una denuncia, mi esposo y mi persona, en el mismo caso y hasta le envié una copia de los hechos tal como lo había escrito en la denuncia. Nada, ni una palabra…hasta la presentación de lunes pasado.

Entonces, ¿qué más puedo hacer para que mi esposo no se desespere, sin trabajo, sin ingreso (puesto que el caso queda pendiente, el Ministerio de Educación lo tiene suspendido y los años pasando, sus aportes para una pequeña jubilación también)? ¿Tenemos que sufrir siempre porque al momento de los hechos mi esposo de repente se encontró frente a una acusación monstruosa a la cual no fue preparado y que fue encerrado en un laberinto kafkiano para calmar la presión popular que muy pocas veces quiere la verdad sino necesita un chivo expiatorio?

Tantas veces hemos golpeado a las puertas, pocas veces se han abierto y ahora, que las autoridades judiciales de nuestro país por fin empiezan a darse cuenta del error que se cometió en su contra - ¿tenemos que enfrentar una condena internacional sin que nadie tenga que presentar pruebas para las acusaciones que están lanzando y que, dentro de una institución respetable y respetada de defensa de los derechos humanos se pueda violar las reglas básicas de los derechos fundamentales tal como la presunción de inocencia?

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